Comienza ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’, la nueva película de Marvel que este viernes llega a la cartelera española, con un flashback. Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) se encuentra perdida en el Reino Cuántico, cuando una extraño artefacto choca contra el hostil entorno por el que deambula. Al acercarse, una suerte de insecto enorme y viscoso se bichero contra ella pero en el zaguero segundo un disparo acaba con la amenaza. El responsable de hostigar el detonador es el tipo que se ha estrellado contra este rincón alejado de la mano de Altísimo. No es una forma muy particular de plantar la semilla que irá germinando y desgranando sus misterios a lo espléndido de todo el metraje.
Pero es que en la tercera entrega de la dinastía de películas dedicadas al hombre hormiga, dirigida nuevamente por Peyton Reed y escrita por Jeff Loveness -en esta ocasión, Paul Rudd no ha participado en las labores de guion, como sí hizo en las anteriores entregas-, no abundan las sorpresas, a excepción de algún cameo que, cualquiera hubiese tribunal hace unos meses que se iba a tener que rodar de nuevo y con otro actor. Un fundido a infeliz nos lleva al presente, concretamente a San Francisco. Y, como acostumbra a ocurrir en las películas de Marvel, es su propio protagonista, Scott Lang (Rudd), vía voz en off, el que relata lo que ha pasado hasta el momento con su historia. Es el peaje a sufragar cada vez que un estreno de estas características llega a la cartelera, al fin y al lengua son ya más de una treintena las películas que ha desarrollado Marvel en estos primaveras, por no dialogar de las series.
Desde que Scott salvó el mundo, unido a los Vengadores, lleva un perfil bajo y una vida relativamente sencilla, unido a su hija Cassie (Kathryn Newton) y la mujer de la que está profundamente enamorado, Hope Van Dyne, la Avispa, a la que encarna Evangeline Lilly. Scott no quiere líos y ha escrito un obra contando su experiencia como Ant-Man, pero Cassie, una chavala muy perturbador echa de menos el arrojo que antiguamente tenía su padre, cuando hizo lo ficticio porque la raza humana no se extinguiera. En un piscolabis allegado compartido con la matriz de la Avispa, Janet Van Dyne, y su marido, el doctor Hank Pym (Michael Douglas), Cassie le cuenta a su padre que ha estado trabajando unido a Hank en una especie telescopio capaz de explorar el mundo cuántico, un telescopio que de haberlo tenido cuando Hope y Scott andaban por esos lares le habría permitido encontrarlos inmediatamente. El dispositivo, les dice, funciona arrojando una señal al mundo cuántico, que luego le es devuelta. Al oír esto Janet, que siempre se ha inútil a dialogar de lo que vivió en ese oportunidad fuera del espacio y el tiempo, desconecta la máquina. Pero ya es tarde. Una fuerza arrastra a los cinco, y los divide en dos grupos, hasta el Reino Cuántico.
Arranca así una aventura por un universo atiborrado de extraños mundos, con desiertos, páramos inhospitos, vergeles extravagantes y tropicales, diseñados casi por firme de forma digital, y poblados por todo tipo de seres y razas, con una variedad y una riqueza espectaculares, que por momentos tiene aires a ‘Star Wars’ -por sobrevenir hay hasta una suerte de stormtroopers y una cantina, conveniente más lujosa que la del episodio IV, ‘Una nueva esperanza’-. Una aventura cuya motivación original radica en remendar el clan para tratar de retornar a la Tierra, pero que pronto tornará poco más compleja, con una amenaza que no solo persigue a los protagonistas sino que es la causante de que toda una sociedad haya sido vapuleada.
Abusa la cinta de los planos cortos y sus secuencias de influencia son más correctamente normalitas, a excepción de la épica batalla que se libra cerca de el final. Es, adicionalmente, la entrega con menos humor de la dinastía, si correctamente hay momentos descacharrantes como la conversación sobre los orificios que tiene un ser humano, el chascarrillo del socialismo o M.O.D.O.K. -háganme caso, los mercadería digitales se hicieron para engordar una cara hasta el extremo y pegarle unos bracitos y unas piernitas rídiculas-. Llena de falsos finales, que acaban agotando hasta al más entusiasta, detrás de todo el componente superheróico, ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’ tráfico temas como las relaciones entre padres e hijos, sin excesiva originalidad, el egoísmo o los oscuros secretos que al final siempre salen a la luz.
Vídeo.
El tráiler de la película.
Los aficionados a las películas de Marvel la encontrarán sencilla y disfrutable, pero sin la épica de otras propuestas. Al menos, la película escasamente dura más de dos horas y eso, en el panorama contemporáneo, es una buena nueva.
Comienza ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’, la nueva película de Marvel que este viernes llega a la cartelera española, con un flashback. Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) se encuentra perdida en el Reino Cuántico, cuando una extraño artefacto choca contra el hostil entorno por el que deambula. Al acercarse, una suerte de insecto enorme y viscoso se bichero contra ella pero en el zaguero segundo un disparo acaba con la amenaza. El responsable de hostigar el detonador es el tipo que se ha estrellado contra este rincón alejado de la mano de Altísimo. No es una forma muy particular de plantar la semilla que irá germinando y desgranando sus misterios a lo espléndido de todo el metraje.
Pero es que en la tercera entrega de la dinastía de películas dedicadas al hombre hormiga, dirigida nuevamente por Peyton Reed y escrita por Jeff Loveness -en esta ocasión, Paul Rudd no ha participado en las labores de guion, como sí hizo en las anteriores entregas-, no abundan las sorpresas, a excepción de algún cameo que, cualquiera hubiese tribunal hace unos meses que se iba a tener que rodar de nuevo y con otro actor. Un fundido a infeliz nos lleva al presente, concretamente a San Francisco. Y, como acostumbra a ocurrir en las películas de Marvel, es su propio protagonista, Scott Lang (Rudd), vía voz en off, el que relata lo que ha pasado hasta el momento con su historia. Es el peaje a sufragar cada vez que un estreno de estas características llega a la cartelera, al fin y al lengua son ya más de una treintena las películas que ha desarrollado Marvel en estos primaveras, por no dialogar de las series.
Desde que Scott salvó el mundo, unido a los Vengadores, lleva un perfil bajo y una vida relativamente sencilla, unido a su hija Cassie (Kathryn Newton) y la mujer de la que está profundamente enamorado, Hope Van Dyne, la Avispa, a la que encarna Evangeline Lilly. Scott no quiere líos y ha escrito un obra contando su experiencia como Ant-Man, pero Cassie, una chavala muy perturbador echa de menos el arrojo que antiguamente tenía su padre, cuando hizo lo ficticio porque la raza humana no se extinguiera. En un piscolabis allegado compartido con la matriz de la Avispa, Janet Van Dyne, y su marido, el doctor Hank Pym (Michael Douglas), Cassie le cuenta a su padre que ha estado trabajando unido a Hank en una especie telescopio capaz de explorar el mundo cuántico, un telescopio que de haberlo tenido cuando Hope y Scott andaban por esos lares le habría permitido encontrarlos inmediatamente. El dispositivo, les dice, funciona arrojando una señal al mundo cuántico, que luego le es devuelta. Al oír esto Janet, que siempre se ha inútil a dialogar de lo que vivió en ese oportunidad fuera del espacio y el tiempo, desconecta la máquina. Pero ya es tarde. Una fuerza arrastra a los cinco, y los divide en dos grupos, hasta el Reino Cuántico.
Arranca así una aventura por un universo atiborrado de extraños mundos, con desiertos, páramos inhospitos, vergeles extravagantes y tropicales, diseñados casi por firme de forma digital, y poblados por todo tipo de seres y razas, con una variedad y una riqueza espectaculares, que por momentos tiene aires a ‘Star Wars’ -por sobrevenir hay hasta una suerte de stormtroopers y una cantina, conveniente más lujosa que la del episodio IV, ‘Una nueva esperanza’-. Una aventura cuya motivación original radica en remendar el clan para tratar de retornar a la Tierra, pero que pronto tornará poco más compleja, con una amenaza que no solo persigue a los protagonistas sino que es la causante de que toda una sociedad haya sido vapuleada.
Abusa la cinta de los planos cortos y sus secuencias de influencia son más correctamente normalitas, a excepción de la épica batalla que se libra cerca de el final. Es, adicionalmente, la entrega con menos humor de la dinastía, si correctamente hay momentos descacharrantes como la conversación sobre los orificios que tiene un ser humano, el chascarrillo del socialismo o M.O.D.O.K. -háganme caso, los mercadería digitales se hicieron para engordar una cara hasta el extremo y pegarle unos bracitos y unas piernitas rídiculas-. Llena de falsos finales, que acaban agotando hasta al más entusiasta, detrás de todo el componente superheróico, ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’ tráfico temas como las relaciones entre padres e hijos, sin excesiva originalidad, el egoísmo o los oscuros secretos que al final siempre salen a la luz.
Vídeo.
El tráiler de la película.
Los aficionados a las películas de Marvel la encontrarán sencilla y disfrutable, pero sin la épica de otras propuestas. Al menos, la película escasamente dura más de dos horas y eso, en el panorama contemporáneo, es una buena nueva.