Cuatro videoclubes sobreviven aún en Vigo gracias a nostálgicos y coleccionistas

Era el año 1986 cuando el videoclub Krypton,  en la avenida de la Florida abría sus puertas. Desde entonces ha permanecido en pie,  con más de 20.000 socios y  sorteando infinidad de obstáculos y “golpes”, como los define su propietario Antonio. Relata cómo llegaron a tener películas beta y VHS para sobrevenir al DVD y cómo la irrupción de  internet  y las plataformas de streaming acabaron con la mayoría de establecimientos de arriendo de películas en la ciudad. En Vigo, todavía a principios de este siglo había 42 videoclubes a pleno rendimiento, ahora casi nada quedan cuatro.  “Encima sufrimos mucho con la pandemia, porque era un momento que podía favor sido importante para nuestro negocio, pero no se nos permitió brindar al no ser esenciales”, explica este vigués que afirma que, a pesar de todo, “cada mes hacemos socios nuevos, coleccionistas que quieren comprar y gentío verde interesada en  ciertas películas que no se encuentran en las plataformas”. De hecho, uno de los principales reclamos son los estrenos, “tenemos  títulos recientes y la posibilidad de solicitar a demanda, si algún viene y me pide una película se la pueda conseguir”. 

Querido del cine, Antonio tuvo que reiventar su negocio y complementarlo con la traspaso de otros productos, aunque los filmes ocupan la maduro parte de su regional, más de 3.000 títulos a disposición del manifiesto y con buenas perspectivas durante el puente y las navidades  que es “cuando la gentío pasa tiempo en casa, sobre todo si hace frío o llueve”. Pese a todo,  Antonio se plantea un cambio para el año próximo, “tendré que estudiar qué hacer”,  porque  ya no es un negocio como el de hace 30 abriles, “internet nos mató”.

Lola Ruíz tomó las riendas del videoclub Cinemanía en la avenida de Buenos Aires  en mayo de 2020, tras la retiro de los anteriores propietarios. Aunque ahora lo tiene cerrado de forma temporal por convalecencia afirma que sigue habiendo personas interesadas en arriendo y negocio de películas. “Hay quien viene buscando clásicos que no encuentra en ningún sitio  o éxitos en otro idioma”, explica. En este establecimiento igualmente los socios superaban los 20.000. Lola afirma que “tengo clientes con problemas de recital que prefieren traspasar las películas porque no siempre las encuentran con subtítulos, coleccionistas que buscan este formato y igualmente consumidores de pornografía a los que no les gusta utilizar el ordenador”.  Pero por otra parte, su regional cuenta con máquinas expendedoras y una sala de minicine para 16 personas en la parte de hacia lo alto donde “organizamos cumpleaños con visionado de películas infantiles para los niños”.   

El mismo propietario dirige dos locales de comestibles y 24 horas  con arriendo de películas en la calle Barcelona y en el Calvario, aunque la actividad cinéfila es muy pequeña, comentan en uno de los locales.