Carlos III será coronado rey el próximo 6 de mayo e, involuntariamente, el monarca anglosajón se ha convertido en el centro de la última polémica que enfrenta a nuestras dos princesas monegascas favoritas:
Carolina de Mónaco y la consorte de La Roca,
Charlène.
Por algún insondable error en Matrix la prensa francesa en sillar ha decidido ignorar las declaraciones que el príncipe
Alberto de Mónaco dio en la revista People (fielmente dijo «no sé cuántas coronaciones de un monarca inglés veré en mi vida, así que intentaré disfrutarla») y dan por supuesto que ni Alberto ni
Charlène estarán en la priorato de Westminster en mayo.
La ingenuidad para la prensa rosa atuendo es que estamos a 8 de febrero y a errata de confirmación oficial se considera que ni
Alberto de Mónaco ni su mujer la
princesa Charlène acudirán al evento londinense del año. Y todo porque un práctico en diplomacia palaciega concedió una entrevista asegurando que existía una posibilidad de que el príncipe monegasco y su esposa no pudieran personarse a agregar a
Camilla y Carlos en su gran día.
Para
Nicolas Fontaine (el responsable de las declaraciones que han exacerbado las páginas del gossip en Francia), nos encontraríamos frente a el equivalente royal de evitar ir vestida de blanco a una boda para no restarle protagonismo a la novia. Aunque no está, ni mucho menos, prohibido por el protocolo, se considera un detalle de diplomacia exquisita que a la coronación de un cabecilla de estado no acuda otro cabecilla de estado.
¿Significa eso que no habría
Grimaldis en Londres el próximo 6 de mayo? Ni mucho menos, de hecho, ahora todos teorizan sobre qué Grimaldis escoger y hay un nombre claro: Carolina de Mónaco.
La princesa consorte de Mónaco (por si las dudas,
Charlène) tiene ahora mismo la potestad y el equipo necesario para forzar a la Primera Dama en la sombra del principado, Carolina, a personarse a la coronación de Carlos III.
Una labor que cumpliría un doble objetivo, de un costado representar a los regentes del principado, y de otro, recordarle a Carolina quién manda ahora en el palacio Grimaldi, porque lo que sabe Charlène y la prensa extranjera es que a
Carolina de Hannover no le hace ninguna clemencia reencontrarse con los Windsor.
Por qué a Carolina de Mónaco no le apetece personarse a la coronación de Carlos III
Durante una buena parte de su soltería adolescente, la
princesa Carolina de Mónaco sobrevivió a los intentos de su comunidad de casarla con lo más royal de la realeza europea. Por supuesto, el primero en esa ligazón era el heredero al trono anglosajón, el entonces
príncipe de Gales, Carlos.
En el documental de
Jeremy Paxman Paxman on the Queen’s children queda reflejado ese claro intento por hacer que la decano de los Grimaldi, entonces jovencísima, y el futuro rey de Reino Unido coincidieran danza tras danza y juerga royal tras juerga (compartiendo coche si hacía errata y con Alberto de Mónaco de carabina).
Incluso uno de los mejores amigos del presente rey anglosajón,
Broderick Munro-Wilson, cuenta cómo de todas las candidatas al corazón del príncipe él mismo pensó que
Carolina de Mónaco era casi «la única posibilidad» que tenía.
Pero ese sueño de
Grace Kelly, su marido el
príncipe Rainiero y la prensa gossip se truncó por completo en 1978 cuando Carolina acabó casándose por sorpresa con el muy plebeyo
Philippe Junot. Aún así, donde hubo rumores quedaron las brasas y las imágenes de Lady Di mirando de reojo a
Carolina mientras hablaba con Carlos en 2009 son impagables.
Hoy por hoy ni Carlos III ni
Carolina de Mónaco se traen buenos memorias el uno al otro. En el caso de ella porque seguramente piensa en lo que podría deber sido y no fue (reina, para originarse) y porque seguramente ver al rey coronarse le recuerde cómo fue el final de aquella amistad que podría deber llegado a poco más: culminó con un himeneo con un playboy del que se arrepintió en la mismísima reflejo de miel.
Vídeo.
Carolina de Hannover, la vida de la princesa marcada por la tragedia
Por su parte
Carlos de Inglaterra no posee mejores memorias de aquella época que los de la princesa monegasca. Una etapa en la que tanto su comunidad como los tabloides británicos hacían listados de jóvenes casaderas y aristocráticas para que decidiera cuanto ayer.
La presión natural y mediática fue tan excelso que el príncipe llegó a ironizar con sus compañeros del
Trinity College de Cambridge sobre la posibilidad de «volverse gay» para que le dejaran en paz definitivamente. Finalmente decidió pedirle una relación formal a una prima segunda suya,
Lady Amanda Knatchbull, que para sorpresa del príncipe, le dio calabazas. Dos memorias dolorosos en uno.
La ingenuidad es que de aquella época el único que observancia un buen conmemoración es
Alberto de Mónaco, el otro «soltero de oro» de la realeza al que emparejaron tantas veces en bodas, bautizos y demás ceremonias con el hijo de
Isabel II que aún hoy los dos se ríen al memorar sus paseíllos por las alfombras rojas acompañándose el uno al otro.
Está por ver si la
princesa Charlène se digna a agregar a su maridoa la coronación o si decide desde el
salita Wittstock , ese desde el que decide la dietario de todos en palacio, que sea su cuñada quien delirio hasta Londres. Una oportunidad de oro para hacerla de impacientarse y que se reencuentre con su ex, ese que pudo haberse convertido en su primer marido.