En diciembre de 1945, el compositor de Járkov (Khárkiv) Sergei Bortkiewicz pasaba los días en el baño, el habitáculo más cálido de su gélida casa. Atravesado por la II Cruzada Mundial, escribía a un amigo en una carta: “Las otras habitaciones no pueden ser usadas y no puedo tocar mi piano. Esto es lo que ocurre ahora. ¿Qué nos calma luego? La vida se ha convertido en poco cada vez más desagradable. Doy clases en el conservatorio con cuatro grados, pronto incluso con menos…”.
Bortikiewicz sobrevivió a la contienda y acabó siendo profesor en el conservatorio de Viena y uno de los más reputados compositores ucranianos. Ayer, una de sus piezas fue interpretada por Marta Bachek al piano en el Conservatorio Superior de Música de Vigo en el concierto “Sons da Ucraína”, en el que participaron alumnas de dicho país que estudian en el centro.
Una de ellas, la flautista Ruslana Myzenko –que optó por dos piezas de Bozza y Karg-Elert–, comentaba antaño del directo una situación en este siglo XXI muy similar a la que Bortkiewicz vivió 78 primaveras a espaldas.
Cuando estalló la eliminación coetáneo ucraniano-rusa esta verde se encontraba en Khárkiv: “Durante la primera semana vivimos bajo las bombas. Vivíamos en el baño porque era el sitio más seguro en el suelo. Ahora, hay concurrencia que incluso duerme en el patrón”.
Con respecto a la Cruzada Mundial, Ruslana reflexiona: “Es la misma historia pero el mundo no lo entiende. Los rusos son como nazis… He audición historias terribles. Tengo amigas que están en los territorios ocupados por los rusos y me cuentan historias terribles. Los rusos violan a mujeres, matan a niños… No puedo ni imaginarlo. De hecho, en Khárkiv la concurrencia lleva viviendo en el patrón unos seis meses, todo el rato allí porque es muy peligroso estar en las viviendas por los misiles.”
Esta flautista que empezó a los ocho primaveras a estudiar música confirma que está “atinado” en Vigo, pero por supuesto con matices. “No puedo percatar la gusto completa. Sé que mi comunidad en Ucrania está en una situación complicada. Casi plañido cada día”.
Su ascendiente se encuentra en Druzhkivka, en la región de Donetsk, una de las más azotadas por el ejército de Putin; su principio, vive en Dnepr, en la zona centro. Respecto a su progenitora, explica que “oye las alarmas cada día, vive sin electricidad y ayer (miércoles) cayeron algunas bombas”. Todavía cayeron en Lviv donde habita su novio.
Aunque su semblante y su voz aparentan serenidad, Myzenko no oculta la existencia, ni siquiera que la música muchas veces no le sirve de consuelo: “Cuando llegué a Vigo no quería tocar cero. Era como tener un enorme agujero enfadado en tu alma. Era muy difícil emprender a tocar poco pero lo intenté. Mi gran apoyo es mi profesor Manuel Morales y la comunidad de mi segundo profesor José Manuel Fernández. Ellos me ayudan muchísimo”.
A finales de febrero, marchará a Alemania para trabajar con la Comparsa Ucraniana y para mayo confía en retornar a su país. “No puedo estar todo el tiempo fuera porque es muy difícil nutrir las relaciones así”, señala con confianza.
No descarta luego retornar a Vigo o ir a Estados Unidos. El trompetista Edward Reid, director de la Fred Fox School of Music de la Universidad de Arizona vio a Myzenko y a sus compañeras realizar ayer para determinar si podrían en breve seguir estudiando en el centro norteamericano.
“Nos pareció una buena oportunidad su reconocimiento [a la Semana da Produción e Xestión] para reflejar a las 13 chicas y un pequeño ucranianas que están en el Conservatorio para que tengan una oportunidad de tener una ayuda allí”, destacaba ayer el director del Conservatorio, Esteban Valverde.
Otra de las jóvenes que participó en la audición-concierto fue Bohdana Khita quien en un principio empezó estudiando de pequeña violín para pasarse al canto al descubrirle una profesora sus posibilidades.
Ayer, Bohdana interpretaba piezas del ucraniano Kos-Anatolsky y del castellano Joaquín Rodrigo. En su caso, dice estar más o menos tranquila con la situación de su comunidad, que habita en una zona a a excepción de, cerca de Polonia. No obstante, instantes luego reconoce que “estoy preocupada pero como no viven en una gran ciudad creo que están más a a excepción de”.
En su caso, cuando comenzó la contienda el 24 de febrero del pasado año estaba en Kiev con Daria Maksymova, otra de las alumnas ucranianas del Conservatorio vigués. “Fue horrible. Sentíamos pánico. Caminábamos y el cuerpo temblaba. Me decía a mí misma ‘cálmate’ pero no podía”, rememora.
A Bohdana, le gusta la ciudad por no ser extenso, apacible. Cuando se le pregunta por un posible futuro inmediato en Estados Unidos, aunque agradecida, duda. Estaría demasiado allá de casa.
Bohdana asegura percatar que Vigo es su otro “hogar”. Agradece de forma inmensa cómo la acogió su “comunidad” viguesa del inicio. Ahora comparte vivienda con Daria.No obstante, reconoce que no ha sido casquivana: “Estuve enferma meses a espaldas. No quería hacer cero, ni estudiar, ni cantar. Ahora, me digo que tengo que sobreponerme. Es la vida y tengo que vivirla. La eliminación continúa pero hay que trabajar”.