Música que hace feliz | La música de la felicidad: ¿cuáles son son los sonidos que te ponen contento?

Comencemos cantando: “¡Don’t stop me now. If you wanna have a good time. Just give me a call.Don’t stop me now. Cause I’m having a good time. Don’t stop me now!”. ¿Le suena? Es uno de los temas más famosos de Queen. Seguro que si lo ha obligado se le han ido las piernas con ansia de bailar. No lo niegue… se la pongo para que se haga una idea.


Según un estudio realizado por el doctor Jacob Jolij, investigador de neurociencia cognitiva, parece ser que determinadas canciones son capaces de hacernos más felices. El ilustre doctor pone esta canción del mítico especie anglosajón como la primera de una directorio de diez que pueden llevarnos al cénit de la gozo con tan solo escucharla. Este neurocientífico inventó una fórmula que juzga la capacidad de una equilibrio para hacernos observar aceptablemente. Los temas musicales llevados a estudio fueron evaluados conforme a diversos criterios: el tempo (un minúsculo de 150 BPM); el optimismo de la grafema y si han sido compuestos en esencia longevo o pequeño .Pero las cosas, casi siempre, no son tan sencillas.

“Aquella canción que me gusta, en un momento determinado, es la que me aporta esa sensación de bienestar y gozo. No existen reglas específicas, pues predomina la preferencia individual y del momento transmitido. Una determinada canción puede aportar gozo a una persona y desdicha a otra si, por ejemplo, están relacionadas con experiencias o vivencias positivas y negativas, respectivamente”, explica Jordi A. Jauset, doctorado en Comunicación y con diversas titulaciones universitarias multidisciplinares, músico y divulgador verificado sobre el poder de la música.

“Los artículos de la música son individuales y son el resultado de la interacción entre los parámetros musicales (mercancías musical, ritmo, tempo, dinámica, modalidad, hermandad, …) y las características personales (civilización, nivel de formación musical, experiencias o vivencias, entorno del hábitat,…)”, añade.


Cuando se sienten escalofríos se está activando “el núcleo cerebral del placer (accumbens) y los niveles de dopamina aumentan”

Si alguna vez has sentido escalofríos y pelos de punta al escuchar una equilibrio o a un cantante, se debe a que los sonidos de la música producen artículos neurológicos en las personas, pero todo depende del asistente. “La audición musical es el resultado de una percepción cerebral.

El movimiento de las cuerdas de una guitarra, por ejemplo, provoca variaciones de la presión atmosférica que detecta el tímpano y las células sensitivas auditivas las transforman en impulsos bioeléctricos que el nervadura auditivo transporta hasta la corteza auditiva dónde finalmente es interpretada como ‘notas musicales'”, dice Jauset, que añade que “una vez allí, esa información nerviosa va a otras áreas corticales y subcorticales relacionadas con procesos motores, emocionales y cognitivos. El resultado sería la percepción o experiencia musical que experimentamos cada uno de nosotros”.  

“En términos estadísticos pueden establecerse determinados parámetros musicales que propicien esos estados de gozo, pero a nivel individual difícilmente coincidirán”

Es por esto que cuando se sienten escalofríos se está activando “el núcleo cerebral del placer (accumbens) y los niveles de dopamina aumentan. Ese aumento de este neurotransmisor es el que está correlacionado con la experiencia placentera que se experimenta con determinadas canciones”.

Así pues, Jauset coincide con Jolij en que “en términos estadísticos pueden establecerse determinados parámetros musicales (mercancías musical, tempo, ritmo, modalidad, barriguita,…) que propicien esos estados de gozo”, pero recalca que “a nivel individual difícilmente coincidirán”.


La potencia del reguetón

Pero, ¿por qué hay tipos de música, como el reguetón, que mueven a millones de personas? “Personalmente, creo que la potencia del reguetón es el ritmo y, puede que para un porcentaje de la pubertad, incluso la grafema. Pero es muy discutible. No creo que personas de mediana tiempo se sientan atraídas por este tipo de música”, sentencia el divulgador. Aunque aquí habría debate.

Lo que no es discutible es que la música es un arte que mueve el mundo, que se utiliza en terapias, que calma, anima y ayuda. Para Jauset, la música se podría explicar como “la combinación de arte, ciencia y civilización”. ¿Y si no existiera?

“¿Podemos imaginarnos películas, documentales, programas de radiodifusión, sin música? ¿Sin conciertos? Biológicamente, estamos diseñados para ser sensibles a dichas frecuencias acústicas que nuestro cerebro transforma en sensaciones y experiencias musicales. Estoy seguro que si no existiera, la inventaríamos…”, afirma.

La música como tortura

Pero como todas las cosas en la vida, lo más atún puede resistir a convertirse en lo más terrible. La música, adicionalmente de adjuntar nuestra vida y llenarla de instantes placenteros, puede resistir a ser el peor útil de tortura. “Cuando a través de auriculares escuchas música mezclada con distintos ritmos y/o ruidos (como el blanco o rosa), a niveles elevados que rozan los 140 dB (con peligro de rotura del tímpano), durante 24, 28, 72 horas, el resultado es insoportable y doloroso.

Otra reforma de tortura es forzar a escuchar música cuyo contenido épico sea rechazado por las creencias religiosas de quién es obligado a escucharlo. Por ejemplo, canciones con trivio de suspensión contenido sexual”, desgrana el divulgador. 

Más allá de malas intenciones, aun queda mucho por descubrir sobre cómo las melodías provocan cambios en el cerebro humano, en la mayoría de las ocasiones para aceptablemente. Según Jauset, “la investigación sobre el cerebro es inacabable. Es cómo cuando asciendes a una montaña. Una vez llegas y te parece que ya estás en la cima, a tu rodeando observas que hay muchos otros picos que antiguamente no se apreciaban. Se abre una puerta de conocimiento pero te encuentras con muchas otras puertas cerradas”.

Y si el propio experimentado tuviera que hacer su personal recomendación de canción que pone eficaz sería ‘All right now’ de Free. “Es una canción que desde mi adolescencia me ha acompañado en muchísimas ocasiones”.

Como terapia, como consuelo, como comparsa de los mejores momentos, como modo de vida, para cocinar, cabriolar, lustrar o simplemente escuchar. La música es una de las formas de arte que más llenan a las personas, y que nunca falte. Aquí mi cuota a la música de la gozo: