El adiestrado Markus Stenz se pondrá al frente de la Comparsa Sinfónica de Galicia este viernes, a partir de las 20.00 horas, en el Palacio de la Ópera, para interpretar, pegado a la clarinetista Sharon Kam, dos de sus piezas preferidas, el Concierto para clarinete en la anciano, de Mozart, y la Sinfonía número 7 en mi anciano, de Bruckner. Descubrió su disposición gracias a unas charlas que la televisión alemana emitió de Bernstein explicándoles a los estudiantes de Harvard qué era la música. En 1988 se conocieron en un armonía para jóvenes directores. “Tenía tiempo para las estudiantes y hablamos de Brahms y fue muy atún”, recuerda de aquel armonía más de treinta primaveras posteriormente.
Es su primera vez con la Comparsa Sinfónica de Galicia…
Y mi primera vez en Galicia. Llegué aquí y había reflejo llena y el Gloria estaba espectacular. Brillaba el sol y tenía un horizonte zarco delante mí. Positivamente abrió mi corazón. Fue maravilloso. Llegué cabal un día ayer de los ensayos y esas pocas horas libres las sentí como unas receso completas, cargaron mis baterías, porque empecé a respirar aerofagia fresco de una forma en la que me sentí muy redimido.
Siendo director de banda no solo tiene que moverse de país sino igualmente adaptarse a las formaciones que entrevista y al repertorio que va a interpretar. ¿Cómo ha contrario a la Sinfónica?
La semana pasada estuve en Finlandia, la próxima semana estaré cerca de Chicago y luego, más delante en la temporada, estaré en Roma, Detroit, Indianápolis, Venecia y en Berlín. Esta banda tiene una sensación maravillosa porque todos sus miembros saben tocar y todos ellos son artistas. Es una hermosa combinación. A veces tienes una banda en la que todos saben tocar, pero es más técnica; otras veces, te encuentras con una banda que tiene una pasión y dedicación total, pero la tiento no está del todo allí. Con la combinación que se da aquí podemos musitar y explorar ideas musicales. Esa es la parte más importante de divertir una estancia de música clásica.
Cuando palabra de las actuaciones suele utilizar el verbo divertir, como si volviese a salir la música. ¿Lo vive así?
Es mi credo, es en lo que yo creo. La partitura es solo una anotación de una idea. Estas piezas son harto antiguas, pero las ideas suceden frente a nuestros oídos en el momento de la interpretación, por lo que cobran vida nuevamente. Depende de nosotros, de los artistas con todo nuestro corazón y comprensión, dar a luz la idea innovador de la estancia e incluso más porque a donde quiera que vayas siempre es diferente.
¿Será diferente, por ejemplo, la dirección que hará con la Sinfónica que la que podría hacer con cualquier otra formación?
Absolutamente, aunque sean las mismas piezas, por eso digo que todos los músicos de esta banda son unos artistas. Necesitas que lo sean para conseguir sacar todo el esplendor de la música, para hacerles conciencia a esas ideas. La constelación de seres humanos es diferente en Detroit, Berlín, Amsterdam o Seúl. Y esta sinfonía la he hecho varias veces, y cada vez resulta diferente.
¿Cambia la interpretación del director con el paso de los primaveras?
Sí, porque yo igualmente estoy cambiando. Grabé una sinfonía hace tres primaveras en Noruega, y yo he cambiado en esos tres primaveras. Hay ciertas cosas que haría de forma diferente si las grabase ahora, igualmente haría poco diferente hace diez primaveras, y lo haré de forma diferente con la próxima banda. La música clásica es ficción sobre el papel y se vuelve ingenuidad al tocarla.
En estos tres primaveras cambiamos todos por la pandemia…
Estoy hablando de un aspecto diferente. Cada intérprete pasa por un alucinación, y esta banda igualmente. Con cada experiencia nos hacemos más ricos. Por eso la dirección es un arte atún, porque tienes un fortuna de experiencias, de experiencias previas, y así vas construyendo y te enriqueces cada vez más de posibilidades. Cuando leo la partitura ahora, escucho más colores de los que leía hace vigésimo primaveras. He escuchado a varios músicos tocar este solo de flauta, por ejemplo. Y luego está Claudia aquí [Claudia Walker, la flautista principal de la Sinfónica], la forma en la que toca…. su estilo. Puedo retozar mucho, puedo pensar y puedo tratar de encontrar una buena traducción que funcione.
¿Se aprende dónde mirar en las partituras con la experiencia?
Sí. Es como estar en una montaña hermosa. Si tienes una piloto, él o ella puede llevarte a la montaña, ha vivido con ella, por lo que puede enseñarte las flores en el camino, o los pájaros. Es muy teórico. Puedes sostener, está adecuadamente, subiré esta montaña y este será mi camino. Esa es la partitura. Y luego, cuando la interpretas, tienes todo tipo de posibilidades por descubrir.
Mozart y Bruckner son dos viejos conocidos para usted, ¿eligió estas piezas para tocar con la Sinfónica o fue la banda quien se las propuso?
Yo tengo mis piezas preferidas y la séptima de Bruckner es un fortuna para mí. Es una de esas piezas que te desarman totalmente porque es maravillosa. Y por eso me encanta interpretarla. Cuando llego a una nueva banda, trato de venir con un repertorio que me guste porque me siento como en casa. Y ese fue el punto de partida. El Concierto para clarinete en la anciano y Sharon, por supuesto, es el compañero valentísimo para la sinfonía de Bruckner.
¿Supo desde pequeño que quería ser director de banda?
Empecé a tocar el piano muy pequeño, tocaba en casa y era muy estrambótico, siempre improvisaba con el piano, me encantaba el jazz. En mi tribu gustaba mucho la música, pero a nivel amateur, yo escuchaba mucho la radiodifusión, porque crecí en los setenta y ochenta del siglo pasado y era el bum de Karajan y Bernstein, eran dos figuras diferentes y en la televisión alemana siempre hacían emisiones de Karajan y conciertos en Viena de Bernstein y creo que yo hice esta referéndum por Bernstein. En algún momento, la televisión alemana tuvo la buena idea de emitir clases de Bernstein, que es lo mejor que puedes escuchar si te gusta la música. Explica a estudiantes de Harvard qué es la música y es fascinante. Escuché las seis clases a los trece primaveras, más o menos, y desde entonces, tuve claro que había tanto que descubrir en la música y que había plantado una semilla en mí, no sabía que quería ser director, pero fue la anciano influencia que tuve desde el exógeno en mi vida. Cuando acabé los estudios y cumplí 18 primaveras, pensé: “Esta cosa de dirigir es poco que efectivamente quiero hacer”. Felizmente fui aceptado en la Escuela de Música de Colonia y nunca miré antes porque había contrario mi extensión en el mundo.
Eso es poco que no todo el mundo puede sostener, incluso con treinta o cuarenta primaveras más.
Lo sé y me siento privilegiado y afortunado por ello, porque llevo cuarenta primaveras explorando la música y cada vez es mejor, porque tengo más experiencia y energía. Nunca me escucharán quejarme de mi profesión porque es preciosa.