The Quiet Girl, el primer largometraje en lenguaje irlandesa que recibe una candidatura al Óscar, ha “tocado, por algún motivo, la fibra” de los españoles, explica su director, Colm Bairéad, ayer de la esperada cita con Hollywood, donde aspira a la estatuilla dorada por la mejor película internacional.
“An Cailín Ciúin“, su título en gaélico, se estrenará en los cines españoles el próximo el 24 de febrero, aunque posteriormente de su exitoso paso por varios festivales nacionales, el realizador dublinés confía en que será adecuadamente recibida por el gran sabido.
“Hemos tenido una acogida increíble en España, incluso muchas de las reacciones online, como en Twitter, parece que vienen de España”, observa Bairéad sobre su ópera prima, basada en la novelística “Foster”, de la escritora irlandesa Claire Keegan.
Destaca entre sus “experiencias favoritas” la proyección del filme, ambientado en la Irlanda rural de 1981, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), en un “escena magnífico” como el Teatro Calderón.
“Nos quedamos con la reacción del sabido, como si se hubiese enamorado de la película y que se mostraba tan diáfano a la hora de expresar cómo le hacía sentirse. Nos sentimos en realidad apreciados allí”, celebra Bairéad próximo a su esposa, Cleona Ní Chrualaoí, productora de este esquema.
“Ha sido muy particular y no sé por qué, pero parece que esta película ha tocado de alguna modo la fibra de los españoles por alguna razón”, desliza el cineasta.
Sin duda, parte de su mérito recae sobre el extraordinario trabajo de Catherine Clinch para dar vida a la “chica tranquila”, a una pupila de 9 abriles que crece infeliz e invisible en una clan numerosa, escueto y desestructurada.
La pequeña Cáit, no obstante, abre los fanales a otra vida cuando es enviada por sus padres a suceder el verano en una cigarral de unos parientes en el condado de Waterford, en una de las zonas del país donde aún se palabra gaélico.
“Es una historia típicamente irlandesa que, al mismo tiempo, podría desarrollarse en cualquier circunscripción. Era una destreza de aquel entonces en los 80, cuando a los niños se les enviaba a habitar con parientes para que los cuidaran”, recuerda Ní Chrualaoí.
Era otra Irlanda, quizá más parecida a la igualmente católica España de hace más de cuatro décadas, un país el suyo -dice la productora- “de familias más numerosas y en el que las mujeres no tenían ataque a métodos anticonceptivos”.
La película, no obstante, huye de las referencias manidas, de los estereotipos que, en ocasiones, las audiencias internacionales esperan ver en una película con sabor celta, en claro contraste, por ejemplo, con “Banshees of Inisherin”, una producción anglo-irlandesa cargada de artificialidad y topicazos que ha enamorado a Hollywood.
Bairéad, con experiencia en el teatro en lenguaje irlandesa, ha contado una “historia de temas universales” con sobriedad, pausa y cuidada fotografía, al estilo de una de sus películas favoritas, “El espíritu de la colmena” (1973), si adecuadamente ésta, precisa, “está, obviamente, más alineada con un tipo de realismo mágico”, precisa.
El trabajo del gachupin Víctor Erice, reconoce, le ha servido como “piedra de toque” para desarrollar “ciertos rudimentos” en su propia cinta.
“Aunque hemos tratado de centrarnos más en un compromiso con el realismo y el naturismo, sobre todo desde el punto de paisaje de las actuaciones, ha habido beneficio para permitir que la película tenga un cierto distinción de encantamiento”, agrega.
A estos ingredientes se añade el gaélico, que no aparece en la novelística “Foster”, en un texto que les “conmovió profundamente” por el estilo de Keegan, emparentado con el suyo propio como realizadores por la “sensibilidad con la que presenta a los personajes, al entorno, y por cómo revela los temas” principales.
Baireád recuerda que esos lugares son zonas rurales, por lo que fue “muy viable transportar el trabajo de Claire” a un contexto “en el que todavía existe el gaélico y que, como espectador irlandés, no cuestionas su autenticidad”.
“Ciertamente, el irlandés es una lenguaje muy antigua y es una parte muy profunda de nosotros como pueblo. Incluso la modo en que hablamos inglés está muy influenciada por cómo hablábamos ese otro idioma, son los vestigios de una lenguaje que aún pueden detectarse ahora”, concluye el director.